El paro está bajando y lo está haciendo además de una forma sostenida que apunta a algo más que a los resultados de la estacionalidad. Eso es algo que incluso la oposición al Gobierno reconoce vista la tibia respuesta de asentimiento del PSOE a nivel nacional.
A nivel local tampoco cabe duda de que se está produciendo una mejoría, y en una ciudad como San Fernando que no se sabe muy bien de qué vive por no tener nada, es como un cuento de hadas que cada mes está llegando a más personas, para mayor gozo de los populares en el Gobierno local y de los demás partidos, que no sería posible tamaña mezquindad por razones políticas.
Pero echar las campanas al vuelo es una temeridad, tanto porque la sostenibilidad de la tendencia es todavía excesivamente dudosa, como porque lo que se está produciendo en el país no es el final de un ciclo como otros muchos que ha habido y se enfila el camino de la recuperación.
Al contrario que otras veces, no es un cambio de ciclo sino un cambio de sistema y en todos los años de democracia no se ha conocido una situación como la actual en la que la pérdida no es sólo de puestos de trabajo, sino de calidad en el empleo, de poder adquisitivo y por ende de empobrecimiento de la sociedad, sobre todo las clases medias porque las clases bajas ya no podían serlo más.
Ante este panorama y en una sociedad en la que es el consumo la que mueve todos los resortes, la creación de empleo en precario, temporal, a veces de un mes, sólo es solución temporal y precaria a la miseria y eso no va a levantar a la gente para salir a comprar, para consumir.
La bajada del paro, pues, puede convertirse en una simple anécdota desde el momento en que se consigue tras devaluar a todo un país y la capacidad de consumo de sus ciudadanos. Y si no, salgan a la calle a ver si ha cambiado la sonrisa de la gente.