La Consejería de Medio Ambiente publicó hace más de un decenio el informe “Especies exóticas invasoras en Andalucía. Talleres provinciales 2004-2006”, en cuyo capítulo “Las cotorras asilvestradas y los nóctulos gigantes en los parques urbanos de Sevilla”, se podía leer lo siguiente:
“Competencia por los huecos de los árboles con las cotorras. En la ciudad de Sevilla se han establecido dos especies de cotorras, Cotorra de Kramer (Psittacula krameri) y Cotorra argentina (Psittacula monachus) con una tasa de crecimiento de la población estimada del 13% y del 20%, respectivamente. Estas aves se reproducen en huecos de árboles similares a los utilizados por los murciélagos. Las cotorras son especialmente abundantes en el Parque de María Luisa. Teniendo en cuenta el éxito colonizador de estas aves es de suponer que van a entrar en conflicto (si no lo han hecho ya) con los nóctulos gigantes por el uso de los refugios. Dado su tamaño, la fuerza y robustez de su pico y su comportamiento agresivo es seguro que los murciélagos resultarán desplazados en caso de conflicto. Teniendo en cuenta que la tendencia en la disponibilidad de refugios es a disminuir y de la población de cotorras a aumentar es previsible que esta situación llegue a ser insostenible para la población de murciélagos”.
Parafraseando el título de García Márquez, el de las cotorras es la crónica de un problema anunciado con nada menos que 13 años de antelación por los investigadores, ya que se ha cumplido exactamente lo que predijeron: están desplazando a nuestros murciélagos gigantes y a los cernícalos primilla.
Copan el parque
Un informe del Ayuntamiento hispalense revela que en los dos últimos años se ha duplicado el número de nidos de cotorras en el Parque y ya se elevan a 247. En paralelo, el número de árboles con presencia de murciélagos gigantes ha pasado de 49 a 5, debido a los ataques que el nóctulo recibe de las aves invasoras. Tras ocupar las cotorras diez nuevos árboles, aparecieron muertos a sus pies 14 murciélagos autóctonos. Asimismo, la especie exótica ha ocupado en tan sólo tres años diez de los mechinales que usaba el cernícalo primilla para nidificar en los muros de la iglesia del Salvador.
Según el tardío Real Decreto 630/2013, por el que se regula el Catálogo español de especies exóticas invasoras, la cotorra argentina, y por extensión la de Kramer, está incluida entre las especies cuya posesión, tráfico y comercio están taxativamente prohibidos.
Se calcula que la población de cotorras se duplica cada ocho o nueve años por, según un informe del Consorcio Sanitario de Barcelona, su gran adaptabilidad, alto éxito reproductor, elevado número de puestas y falta de depredadores naturales, ya que el único que tendría en las ciudades sería el halcón peregrino, pero no hay tantos como para mantenerlas a raya y esas aves sólo supondrían un 15% de su dieta.
Las cotorras son vectoras de enfermedades como las que causa la bacteria Chlamydophila; sus nidos pueden suponer un peligro añadido de derrumbamiento de ramas y causan enormes daños no sólo a la fauna autóctona, sino también a la agricultura y la jardinería: 200 cotorras pueden dejar inutilizados más de 100.000 tomates.
Censo por voluntarios
Ante la inoperancia de la Administración, tanto estatal como autonómica, la Sociedad Española de Ornitología (SEO/Birdlife) hizo un llamamiento nacional para que personas a título particular y de forma altruista contribuyeran con sus observaciones a elaborar el primer censo nacional de cotorras en el año 2015. Cerca de 600 voluntarios contaron unos 20.000 ejemplares en 450 municipios (España tiene 8.125, por lo que sólo hubo conteo en el 5,5%), especialmente en las provincias de Madrid, Barcelona y Málaga.
SEO/Birdlife era consciente de que podían haber pasado inadvertidas colonias de cotorras. En Sevilla y su provincia se censaron 30 nidos con entre 85 y 96 ejemplares, en contraste con Málaga, que con cerca de 3.000 individuos acumulaba casi el 17% de todos estos animales en nuestro país.
Obviamente, el censo de la SEO se quedó cortísimo en el caso de Sevilla, ya que en 2016 investigadores de la Universidad Pablo de Olavide y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ya hablaban de una explosión de cotorras en nuestra ciudad, del orden de 2.000 individuos, especialmente de la de Kramer, a la que había que sumar la argentina.
La lucha de Zaragoza
Si hay una urbe que se ha caracterizado por la lucha contra esta plaga es Zaragoza, donde un jardinero detectó que al menos una pareja se reprodujo con éxito en el Club Deportivo El Soto en 1984. En 2009 ya había 400 parejas reproductoras que sacaban adelante 2.500 pollos anuales. “Inicialmente su aire simpático, colorido en tonos agradables y su carácter exótico y diferente -dice un informe del Ayuntamiento zaragozano- despertaba simpatía en aquellos ciudadanos que las descubrían. El paso del tiempo y el creciente número de nidos e individuos hizo que fuera cambiando la percepción, quizás también por la mayor información sobre el carácter invasor de la especie”.
Zaragoza declaró la guerra a las cotorras a partir de 2006 y recurrió a todo tipo de métodos: pinchado de huevos con una aguja o inyección de agua para matar los embriones pero de forma que las cotorras no lo notaran y no hicieran una segunda puesta; retirada de nidos; captura de ejemplares mediante jaulas-trampa hexagonales cebadas con pipas, frutas o maíz y hasta con una cotorra adulta como reclamo, que atraía a sus congéneres con sus vocalizaciones; capturas mediante redes y, finalmente, armas de cuarta categoría (carabinas).
En el informe municipal se dice: “En el año 2014 se propuso realizar pruebas sobre el control selectivo de adultos mediante el empleo de un arma de 4ª categoría, conscientes por un lado de ser un método fácilmente selectivo y de bajo coste, pero con una posible repercusión social que debía ser gestionada adecuadamente.
Señalar que el empleo de un arma de 4ª categoría mantiene su regulación normativa en el vigente Reglamento de Armas (RD 137/1993), de ámbito nacional, siendo los Ayuntamientos los competentes para expedir los documentos de legalización y control (Tarjeta de Armas).
El método resultaría autorizable previa solicitud al departamento correspondiente del Gobierno de Aragón en materia de gestión de fauna, en este caso el INAGA. El análisis técnico fue valorado por el Área de Biodiversidad del instituto gestor, al considerar que estábamos ante una acción de gestión en favor del mantenimiento de la biodiversidad autóctona.
Con la finalidad de elevar al máximo grado la seguridad, por tratarse de ámbitos periurbanos, se estableció un procedimiento de trabajo exhaustivo, asignando el uso de una única arma a tan solo tres agentes con experiencia. Se fijaron una serie de parámetros (horarios de baja presencia ciudadana, ausencia de niños, técnica de tiro en vertical, etc.), que debían ser observados en todo momento. La acción de control se desarrolló siempre por dos agentes de medio ambiente. Aunque se trata de un arma sencilla de perdigones, el calibre utilizado (en nuestro caso 5,5 mm.), debe perseguir la máxima eficacia.
Sin duda éste ha sido el método más eficiente y de menor coste, que ha permitido el control deseado en cada colonia, y ha posibilitado la eliminación posterior de los nidos con garantías de no ser reconstruidos. Este sistema evita los arriesgados trabajos en altura, así como la reiterada eliminación de pollos nacidos en la fase de control de puestas”.
Resultado: en junio de 2016 sólo quedaban menos de 20 cotorras adultas. El pasado septiembre, El Heraldo de Aragón titulaba: “Zaragoza acaba con el problema de las cotorras”.
Marcha atrás
Siguiendo el ejemplo de la capital aragonesa y con el asesoramiento de la Estación Biológica de Doñana, el Ayuntamiento de Sevilla anunció la contratación de una empresa especializada para cazar las cotorras en zonas que se irían acotando de forma sucesiva en el Parque de María Luisa y como estrategia para erradicarlas en dos o tres años.
Una de las científicas asesoras del Consistorio expresó: “La única alternativa que tenemos en Sevilla es la caza, porque el gran número de individuos que hay que capturar para ser efectivos en una ventana temporal como la que pide el Ayuntamiento no es viable”.
Sorprendentemente, plegándose a las protestas de Participa y de otros colectivos que tachan de “ilegal” (¿y en Zaragoza no?) y “falta de ética” la caza de las cotorras al tiempo que han negado que supongan un problema, el gobierno de Espadas ha dado marcha atrás y cancelará el contrato, lo que podría obligar al pago de una indemnización.
Es muy típico de Espadas que en cuanto surgen protestas u oposición a sus políticas demore las decisiones y ofrezca una mesa de diálogo o similar, pero así los problemas no se resuelven, sino que se eternizan. La ley obliga a erradicar las cotorras como especie invasora, pero cuando nos decidamos a hacerlo a la espera de consensuar un método quizás ya no queden ni murciélagos gigantes ni cernícalos en Sevilla. Y es que en la Naturaleza, como demuestran las cotorras a diario, la ley que impera es la del más fuerte.