“Estamos viendo en los últimos años cómo están
aumentando las tentativas de suicidio en los más jóvenes. La edad media del primer intento está bajando. Estudios internacionales apuntan a que
las consultas en Pediatría [para niños de hasta 14 años]
por motivos relacionados con tentativas de suicidio han aumentado más de un 70%.
Esta situación es alarmante y nos preocupa”.
El doctor
Benedicto Crespo-Facorro, director de la
Unidad de Salud Mental del Virgen del Rocío, por formación y profesión, articula la palabra suicidio con normalidad, sin titubeos ni circunloquios. Y está dispuesto, con la calma de un cántabro de Santander, a desmontar el tabú, los mitos y falsas creencias que hay en torno a este
trastorno de la conducta que, en casi
un 80% de los casos, está asociada a una enfermedad de índole mental.
“Estamos ante
un problema de salud pública grave en el que podemos actuar para evitar su repetición o un desenlace no deseado”, apunta. Convencido de ello, a final de este año, la Unidad de Salud Mental del Virgen del Rocío, con un área de influencia que atiende a 790.000 habitantes,
va a poner en marcha un programa asistencial de prevención del suicidio que viene asociado a un proyecto de investigación, de ámbito nacional, coordinado desde Sevilla por el doctor Miguel Ruiz Veguilla.
Un apunte sobre lo que persigue esta investigación: mejorar la epidemiología (los números y registros, que son muy deficientes); investigar si los programas de prevención reducen el número de tentativas; y conocer mejor el comportamiento del segmento de edad infanto-juvenil.
El programa asistencial constará de dos patas:
prevención y seguimiento. La primera de ellas se centrará en la detección precoz de personas con riesgo de intentar un suicidio. Para esta tarea, el Área de Salud Mental requerirá de la colaboración estrecha de los servicios de Atención Primaria, Urgencias y centros educativos. De estos últimos, para para la prevención en edades infanto-juvenil.
“Lo importante es que nos centremos en que hay signos evidentes” de que una persona puede estar pensando en atentar contra su vida. Signos como hablar constantemente de la muerte, mostrarse más aislado, consultar en internet manera de mezclar fármacos y productos químicos de diversa índole, realizar actos de despedida inesperados con su entorno más cercano...
Seguimiento un año
“Mucha gente sabe cómo hacer un masaje cardiopulmonar o los signos de un ICTUS, pero seguramente nadie sabe cuáles son los signos de alarma previos ni los factores de riesgo a una conducta suicida”, explica Crespo-Facorro, que apostilla: “Para la detección precoz lo que vamos a necesitar es que
Atención Primaria, Urgencias y los colegios tengan esa visión de estar pendiente de los signos para que, desde ese primer contacto o reconocimiento de los riesgos, deriven a la persona a un profesional sanitario para que haya una evaluación”. A partir de ahí, se habilitará a los profesionales del programa un teléfono para que puedan hacer el filtro.
El objetivo de esta iniciativa es prevenir el intento de suicidio pero ¿qué hacer una vez se ha consumado la tentativa? Ésa es la segunda pata del programa: la intervención. “Hay muchas acciones que debemos hacer después de un intento de suicidio para procurar que no se repita.
Hay que seguir en contacto con la persona, sobre todo, entre los seis meses y el año posterior al intento porque es cuando hay más riesgo de que lo repita e iniciar intervenciones específicas”.
Para ello, la Unidad de Salud Mental va a elaborar un protocolo de seguimiento para que las personas “reciban una asistencia de calidad”.
“No se educa para afrontar la frustración y el suicidio es la salida”
El Hospital Universitario Virgen del Rocío va a coordinar una investigación con la que despejar las lagunas científicas que existen sobre el suicidio. Además de los números, ¿cuáles son los motivos por los que una persona cada vez más joven decida suicidarse? “Las evidencias científicas son escasas, hay pocos estudios concluyentes”, reconoce el doctor Benedicto Crespo-Facorro. “Cualquier conducta suicida -continúa- tiene un componente multifactorial: factores biológicos, relacionados con el carácter o con el entorno social”. En este punto, el director de la Unidad de Salud Mental se detiene y deja la siguiente reflexión: “¿Hasta qué punto nos educan para afrontar contrariedades o cuando no alcanzamos lo que deseamos? Ante el fracaso y la frustración, la tentativa aparece como una salida. Este análisis es necesario también para entender esta realidad del suicidio”.
Aunque las estadísticas reflejan auténticos agujeros negros, grosso modo se tiene constancia de que por cada caso de suicidio consumado hay una veintena de intentos.
En 2016, último año cerrado, se registraron 122 muertes por suicidio en Andalucía. En el tercer trimestre de 2018, esa cifra va ya por 136 (23 de los cuales han sido en la provincia de Sevilla), según publica de manera provisional el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA).
Una conducta suicida está asociada en un porcentaje muy elevado a una enfermedad mental, pero “¿quién habla de estas enfermedades”, se pregunta el doctor Crespo-Facorro, especialista en esquizofrenia. “Para 2050, las principales preocupaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) son la depresión y la ansiedad. Queremos vivir más, pero la calidad de vida nos la da nuestro cerebro. La sociedad debe concienciarse de la prevención y la intervención temprana en salud mental”, termina.