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Torremolinos

Cernuda y el cementerio romántico de Torremolinos

Conferencia de Francisco Chica sobre el escritor perteneciente a la Generación del 27

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  • Cartel conferencia -

El profesor de Literatura Francisco Chica imparte una conferencia en el Ateneo de Torremolinos sobre "Cernuda y el cementerio romántico de Torremolinos", el viernes 19 de junio a las 20 horas en el Albergue de la Música (Inturjoven). Presenta José Luis Cabrera. Colabora Torremolinos Chic.

En 2009 se erigió una placa conmemorativa del paso de Cernuda por Torremolinos con un poema, titulado "Elegía anticipada", que Cernuda dedicó al cementerio de Torremolinos y que publicó en su libro Como quien espera el alba. Otra obra suya, El indolente, habla de un tranquilo pueblo ribereño llamado "Sansueña" y que no es otro que el propio Torremolinos. Cernuda se alojó en 1928 en la pensión Castillo de Santa Clara, propiedad del inglés de la peseta, George Langworthy, nombrado en su día hijo predilecto y adoptivo del pueblo.
De rima libre y profunda emotividad, el poema que Luis Cernuda dedica al cementerio de Torremolinos no menciona por nombre la población, pero deja que el lector adivine el lugar, inconfundible y pacífico lugar, ya en sus primeros versos.

Luis Cernuda (Sevilla, 1902). Hijo de padre militar, se educó en un ambiente de rígidos principios y ya desde pequeño se enfrentó a un choque entre unos valores familiares muy estrictos y la propia personalidad tímida y retraída del poeta, que tiene quizás uno de sus más genuinos testimonios en el poema La familia, del libro Como quien espera el alba.
En esos primeros años marcados por la soledad descubrió la literatura de la mano de Bécquer, autor con el que su poesía presenta importantes contactos, tanto en sus primeros versos (Perfil del aire) como en otros libros posteriores (el título del libro Donde habite el olvido está sacado de un verso de Bécquer).
En 1919 comenzó los estudios de Derecho en la Universidad de Sevilla. Allí conoció a Pedro Salinas, que fue su profesor e introductor serio en la literatura. En estos años descubrió también a un autor francés que le influiría poderosamente, Andre Gide, y en el que encontraría el poeta sevillano un paralelo de sí mismo.
En 1923 dejó la Universidad para el servicio militar e ingresó en el regimiento de Caballería de Sevilla y en 1924   prosiguió la carrera, que culminaría en 1926.
Asistió a los actos celebrados con motivo del tercer centenario de la muerte de Góngora, pero solo como oyente, aunque ya había conocido a varios miembros de lo que sería denominado después Generación del 27.
En 1928 Salinas lo ayudó a conseguir una plaza como lector de español en la Universidad de Toulouse. Allí comenzó a redactar los poemas de lo que sería su libro Un río, un amor, inspirado directamente en la música de jazz y blues (el poema Quisiera estar solo en el sur alude directamente a ella) y en el cine. Se mudó a Madrid en 1929, donde trabajó en la librería de León Sánchez Cuesta y se enamoró de un tal Serafín que no le hizo ningún caso. A este amor corresponden los libros Donde habite el olvido y Los placeres prohibidos. Nunca negó su condición homosexual, factor por el que fue considerado siempre un rebelde, dada la mentalidad cerril y poco abierta de la España de Posguerra, "un país donde todo nace muerto, vive muerto y muere muerto", como diría en Desolación de la Quimera. Aspecto también que le otorgó siempre un grado de marginalidad, "como naipe cuya baraja se ha perdido", una de sus frases más conocidas.
Al proclamarse la República, la recibió con ilusión, y siempre se mostró dispuesto a colaborar con todo lo que fuera buscar una España más tolerante, liberal y culta. Como ejemplo de esto último destacó su participación en la Misiones Pedagógicas y Culturales que organizó el gobierno de la II República desde 1934.
Estos años fueron también de compromiso y acción política: Cernuda se afilió al Partido Comunista por breve espacio de tiempo y colaboró en revistas de marcado carácter izquierdista, como El Heraldo o la revista Octubre, fundada por Rafael Alberti. Pero los primeros años treinta fueron también los del descubrimiento por parte de Cernuda de la obra de los poetas románticos alemanes (Novalis, Heine, Hölderlin), así como el inicio de su faceta de traductor. Durante la Guerra Civil participó activamente desde las trincheras culturales organizando actividades de todo tipo, como fue la fundación de la revista Hora de España, o la participación en el II Congreso de Intelectuales Antifascistas realizado en Valencia.
En 1938 viajó al Reino Unido, donde trabajó de lector de español en la Universidad de Glasgow, la Universidad de Cambridge y el Instituto Español de Londres, pasando los veranos en Oxford en compañía del pintor Gregorio Prieto. Ya no volvería más a España. Allí profundizaría en la lectura de los clásicos ingleses y descubrió la obra de autores que le influyeron poderosamente, caso de T.S. Elliot.
En 1947, gracias a la mediación de su amiga Concha de Albornoz, consiguió una plaza de profesor en la universidad norteamericana de Mount Holyoke, y logró por fin la ansiada estabilidad económica, en la que permaneció hasta 1952, año en el que pasó a México, donde se enamoró de un culturista, a quien están dedicados los Poemas para un cuerpo.
Murió el 5 de noviembre de 1963 en la Ciudad de México y fue enterrado pocos días después en la sección española del Panteón Jardín.

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