Al Pito de Oro no le va el Carnaval de brillos, lujos y egos. Él prefiere un carnaval más auténtico, más de esencia. El de las letrillas y los estribillos escritos en papel de estraza. Un hombre sencillo y voluntarioso, siempre con una sonrisa y una anécdota divertida que contar detrás del mostrador de su carnicería en pleno corazón del casco histórico vejeriego. En la misma Plaza de los Pescaítos donde Paz Padilla y Carlos Sobera daban las campanadas, pero en un ambiente más puro, más de barrio. Uno de esos sitios donde saben cómo les gusta el puchero a cada una de las vecinas, donde se pregunta por la salud de la familia y se trata a cada cliente por nombre y apellido.
Así es Antonio Reina, un Pito de Oro brillante, excelso, grande entre los grandes del Carnaval vejeriego… pero humilde donde los haya. Carnavalero desde la médula, desde chiquillo, cuando intentaba junto a los amigos del barrio impresionar a los maestros Alonso Romero y Campanita cantando algunas letrillas cuando pasaban por la calle camino del ensayo. Un carnavalero de vocación. Y desde entonces, desde infantiles, Antonio siempre ha estado ligado al mundo del Carnaval. La mayoría de las veces con su bombo, siempre con su voz, su arte y sus cuplés.
Sólo le falta el coro
Un carnavalero en esencia al que solo le falta sacar un coro. Cuartetero con gracia, salero y desparpajo, de letrillas rejuntadas entre amigos, litronas y risas para disfrutar del Carnaval más puro. Muchos recordamos aún esas ranas de la fuente de la plaza de los Pescaítos hechas carne y hueso.
Su bagaje carnavalesco en innumerable… Pero a Antonio no se le ha otorgado el pito de oro por la cantidad. Es que él ha hecho lo que para otros era inimaginable. Ponerse al frente de un grupo de mujeres con una media de edad de 70 años, vestidas de rockeras y presentarlas por sorpresa ante el escenario de un Teatro San Francisco repleto, expectante e incrédulo ante tan magno espectáculo en un pueblo de recato. No se puede tener más arte, más ‘ánge’, no se puede ser más de cai. Cuenta con sorna y gran cariño que aquel año las litronas y los ensayos nocturnos se cambiaron por meriendas, bizcochos y cafelitos.
Siempre dispuesto, siempre con una sonrisa, con una palabra de cariño y con su papel de estraza dispuesto para recoger cada anécdota, cada idea, cada chispazo que surge en el momento más inesperado para ese cuplé de su pluma que nunca le ha faltado a ningún compañero que lo haya pedido.
Antonio Reina es uno de esos carnavaleros esenciales en la fiesta, al que todavía le queda mucho que aportar. Y será un Pito de Oro de 24 kilates. Él es puro Carnaval.
