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Vinoteca

Algo espiritual

Ser los mejores en algo es todo un privilegio. Ser únicos en algo, es un don que no conviene despreciar.

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Esta semana he tenido la oportunidad de conocer a Michiko Takahashi. Nacida en Tokio, en el seno de una familia dedicada al comercio del arte, decidió enfocar su formación y su carrera profesional al ámbito artístico, y durante más de una década formó parte de una destacada compañía de teatro japonesa. Sin embargo, su vida experimentó un giro extraordinario en 1982 a partir de un viaje a España y de un encuentro que parecía predestinado. Mientras el país asistía expectante a la celebración de su primer Mundial de fútbol, Michiko, que se alojaba en Madrid, decidió coger un autobús y viajar hasta el sur, hasta Jerez, donde descubrió la grandeza de unos vinos insospechados. Simplemente, sucedió “algo espiritual”. 

Apenas cuatro años después inauguraba en Ginza -el barrio financiero de la capital nipona- un bar restaurante bajo el nombre de Sherry Club, el primero de su país dedicado por entero a los vinos jerezanos y con el que ha cosechado innumerables éxitos con el paso del tiempo.   Komiko Wakimoto, que reside en Jerez desde hace más de una década, y que la acompaña en sus visitas a la ciudad para ejercer como intérprete, me confiesa su respeto por los logros de Takahashi: “Ella sola, una mujer -subraya con admiración-, levantó de la nada ese restaurante para convertirlo en uno de los más famosos de Ginza”, presente incluso en el Libro Guiness como el restaurante del mundo con mayor número de referencias de vinos de Jerez.

Su labor, merecidamente reconocida por el Consejo Regulador del Vino, es digna de la mejor embajadora, ya que su pasión por los jereces no se circunscribe solo al prestigio de su negocio, sino que en 2010 logró que cada 6 de septiembre se conmemore en su país el Japan Sherry Day, y acaba de editar un libro guía dedicado a los vinos y bodegas del Marco con el que pretende acercar más aún al público japonés cuáles son las peculiaridades que lo hacen único y excepcional en el mundo y cuáles son las bodegas y las marcas que les han de servir de referencia para descubrirlos, conocerlos y admirarlos. “En mi restaurante suelen empezar por los finos y manzanillas, pero cuando pasan a probar un amontillado o un oloroso...”. En la expresión de su rostro aparece entonces la recompensa de la satisfacción, que lo es más por el hecho de estar en Jerez, y que comparte asimismo con Momoko Izumi, coautora de la guía Sherry. Duende en la bota, quien desde 2013 se ha encargado de conocer una a una las 63 bodegas del Marco y entrevistar a sus responsables para elaborar la ambiciosa obra.

La historia de Michiko Takahashi, ciertamente, da para otro libro, y tampoco costaría reconocerse en el mismo, desde el momento en que su empeño obedece a una serie de impulsos emocionales de los que resulta difícil desvincularse sin tener en cuenta la grandeza y el influjo de unos vinos que hemos tardado en considerar, de nuevo, y para una nueva generación, como únicos.

El ejemplo de Takahashi está ahí, es conmovedor y, más aún, inspirador, pero lo más importante es que ha dejado de ser anécdota. Esa misma decisión que la llevó hace más de 30 años a emprender un camino en solitario bajo la visionaria y poderosa influencia de unos vinos, es la que hoy día se aprecia igualmente en el empeño de jóvenes enólogos y sumilleres -no olvidemos a los grandes chefs- implicados en la divulgación y difusión de esos mismos vinos, tan especiales y extraordinarios como nuestros, y a los que el respaldo de las propias bodegas están ayudando a conquistar no solo un mercado ausente durante mucho tiempo, el del público joven, sino a reivindicar las marcas, el prestigio y la excelencia que guían en este momento muchos de los vinos que surgen en la D.O.

Ser los mejores en algo es todo un privilegio. Ser, además, únicos en algo, es un don que no conviene despreciar. No parece difícil entenderlo para lo fácil que resulta a veces desviarse del camino, como cuando se primaba la cantidad sobre la calidad. Si surgen las dudas, no olvidemos que se trata de “algo espiritual”.

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