Andalucía está de moda. O al menos eso dicen. Nuestra tierra ocupa más y más titulares y se presenta como el mejor lugar para vivir, el mejor sitio para abrir tu negocio, las mejores fiestas y el mejor ambiente.
Todo es susceptible de ser vendido, de convertirse en producto de consumo. Y cuando esto ocurre, cambia de manos, dejamos de ser su dueño para pasar a tomar parte de ese paquete vacacionalQue yo no digo que no sea así, porque es cierto. Porque no se puede tener un motivo mejor para estar orgulloso que ser andaluz y haber tenido la suerte de que el azar me hiciera nacer aquí. Todo eso es verdad. Pero andemos con cuidado.
Porque, mucho me temo, nos estamos convirtiendo en el escenario perfecto para la película que necesita el visitante, necesaria para evadirse de su realidad fría y gris. Estamos yendo con pasos agigantados hacia un futuro, casi ya presente, en el que el andaluz no es más que un actor secundario, un figurante necesario para darle vida a una obra de teatro que no ha sido escrita ni por él ni para él.
Todas nuestras fiestas, enraizadas en lo más profundo del ser andaluz, se mercantilizan y se prostituyen al mejor postor. Todo es susceptible de ser vendido, de convertirse en producto de consumo. Y cuando esto ocurre, cambia de manos, dejamos de ser su dueño para pasar a tomar parte de ese paquete vacacional. Quieras o no quieras, perteneces al todo incluido. Pero tú no eres el que lleva la pulserita.
Todos quieren venir, pero ninguno quiere quedarse. Porque, en el fondo, la melodía de la chirigota, el rasgueo de una guitarra o el olor a incienso no son más que velos que esconden la pena del andaluz, la lágrima del paro, de la desigualdad, del odio supremacista, del pie que no nos deja levantarnos. Algunos ponen todo el empeño en que el visitante se quede, sin poner reparos en el hecho de que, para que eso suceda, hay que echar al de aquí.
No reniego del visitante, ni aborrezco al turista. Señalo al político que ve en el turismo la gallina de los huevos de oro que, de tanto apretarla, llegará el día en que la convierta en clueca. Critico las decisiones que van encaminadas a poner todas las manzanas en la misma cesta, en unos mimbres que, a poco que nos descuidemos, no serán nuestros, ni estarán en nuestras manos.
No te lo niego. Andalucía es de película. De nosotros depende que no siga siendo de terror.