La cuadratura del círculo se ha instalado en una zona de gran importancia geoestratégica como es el norte del Magreb y su entorno. A la complejidad histórica de una región en la que conviven dos continentes, de tradiciones, cultura y religión tan distantes; en la que hay disputas territoriales, tensiones generadas por movimientos migratorios e incluso, ahora, una confrontación bélica se suma la pandemia y sus devastadoras consecuencias económicas.
Se ha formado una tormenta perfecta, motivo por el que la comunidad internacional, no solo los países de la zona, debería mirar con especial atención al norte de África, donde el virus ha disparado la pobreza.
La ruptura del alto el fuego entre el Frente Polisario y Marruecos hace que la opinión pública y publicada española vuelva a mirar hacia el Sáhara a un año, por cierto, de que se cumpla el centenario del Desastre de Annual, en el que murieron más de 11.000 soldados del ejército español.
Marlaska ya sabe que Rabat no se anda con tonterías, y el (no) control de la inmigración es la fórmula con la que ejerce presión sobre el inquilino de Moncloa. Basta recordar que la Guardia Civil interceptó por error el yate en el que navegaba el rey Mohamed VI en aguas del Estrecho y dos días después llegaron 1.400 inmigrantes en pateras a las costas de Andalucía. Fue el 7 de agosto de 2014.
Un sondeo, publicado recientemente por El Español, señala que el 83% de los españoles cree que Marruecos es cómplice de la migración masiva que está desbordando Canarias. ¿Qué puede hacer España? Optar por la más exquisita de las diplomacias para que su posición en el tema del Sáhara no enfade aún más a Marruecos, su salvaguarda frente a la inmigración clandestina y el terrorismo yihadista. ¿Qué le gustaría a la mayor parte de la opinión pública española? Seguramente, una réplica diplomática más decidida y contundente ante un país que construyó y mantiene un muro de 2.300 kilómetros en un territorio que fue protectorado español.
El conflicto del Sáhara es tan incómodo, que ni siquiera los barómetros del Real Instituto Elcano preguntan ya por él. La última vez fue en 2015, y el 58% de los encuestados mostraron su apoyo a la independencia mientras que solo el 16% veía con buenos ojos la solución propuesta por Rabat: convertir ese territorio en una autonomía marroquí.
