La imagen de ganaderos andaluces, tirando la leche que producen sus vacas como medida de presión ante la imposición de precios por parte de la multinacional francesa que comercializa la marca Puleva, ha puesto el foco en la crisis del sector lácteo andaluz pocos años después de que nos diéramos golpes en el pecho, en defensa del sector primario que se movilizó como ninguno durante el confinamiento que trajo la pandemia.
Más de un centenar de vaqueros andaluces se ha puesto en pie de guerra y opta por tirar la leche antes de “malvenderla” a un precio que, consideran, está por debajo del coste. Más madera para un sector que carece de relevo generacional y sufre los sobreprecios provocados por la invasión de Ucrania. Ganaderos y distribuidora están negociando un acuerdo que, finalmente, repercutirá en el consumidor. Es lo que ocurre con la leche, cuyo incremento del precio ha sido de un 30% de media durante el último año, pero también con el resto de alimentos de primera necesidad, cuya escalada es de una proporción desconocida durante décadas precedentes.
A esa tormenta perfecta, hay que añadir ahora la sequía. La falta de riego aumentará aún más el precio de los bienes básicos y, lo que es más preocupante, que miles de familias dejen de comprar productos frescos, los más saludables y recomendados en la dieta mediterránea. La rebaja del IVA no ha sido suficiente ante el impacto de la inflación. Las ayudas directas palian, pero no solucionan un problema de primera magnitud y preocupación para los españoles, según los sondeos publicados esta misma semana. Esa pérdida de poder adquisitivo -empobrecimiento en román paladino- está haciendo, además, que el colchón del ahorro de las familias no soporte el incremento de los precios y se esté agotando. Ésta es la realidad. Desde la leche hasta las verduras, pasando por pescado y carne. Es la tozuda realidad con la que se encuentran las familias cuando acuden al mercado, y contra la que las administraciones y los actores de la cadena de distribución alimentaria no acaban de encontrar soluciones. En Francia, el Gobierno y los principales supermercados acordaron topar los productos esenciales de la cesta de la compra. No es una lista cerrada y cada distribuidora elige los artículos. Si a nuestros vecinos le funciona ¿por qué no probar?