Hoy, los canarios salieron a la calle para pedir regulación y limitación de la demanda turística en sus islas. Aunque hay mucho lerdo indocumentado y que parece que aún no ha sido capaz de asimilar los conocimientos encerrados en la cartilla Palau, lo que piden los habitantes de las Islas Afortunadas no es ninguna barbaridad, sino algo que dicta el sentido común.
Nadie odia al turista. Lo que no se puede permitir es que la presión del turismo expulse al habitante autóctono. No se puede admitir que la vivienda de ocupación turística se expanda como el moho, desde el centro de las ciudades hasta los barrios, monopolizando el mercado del alquiler e impidiendo eNo es de recibo que la única solución, la única vía para generar riqueza en dos comunidades como Andalucía y Canarias sea el turismo. Es la muestra más clara de que los políticos que nos gobiernan son una panda de flojos sin la más mínima preparación, que no encuentran otro método para crear empleo que el uso de los recursos naturales, algo que ya estaba antes y que no han tenido que crear ni idear. Vamos, que se lo han dado todo hecho.
Nadie odia al turista. Lo que no se puede permitir es que la presión del turismo expulse al habitante autóctono. No se puede admitir que la vivienda de ocupación turística se expanda como el moho, desde el centro de las ciudades hasta los barrios, monopolizando el mercado del alquiler e impidiendo el acceso a una vivienda asequible a los andaluces y canarios.
Nadie odia al turismo. Es una fuente de riqueza, pero no debe ser la única. Volvemos a cometer el mismo error que antes de la pandemia. Seguimos poniendo todos los huevos en el mismo cesto, reiterando equivocaciones pasadas y que trajeron consigo una crisis que tuvo al borde del cierre a muchos establecimientos, si no causó su quiebra.
No hay margen para la imaginación. No hay nadie que sea capaz de pergeñar otra manera de atraer riqueza. Esa visión tan cerrada y corta nos aboca, a andaluces y canarios, a ser camareros y kelys de hotel, a que no haya más aspiración que la de servir al visitante. Que no es mala manera de ganarse la vida, pero no debe ser la única.
No se puede condenar a un territorio ni a su gente, a una vida sin otra aspiración que la de servir a otro. No se nos puede relegar a un papel secundario, ni se nos puede expulsar de nuestras ciudades.
Canarias tiene un límite. Andalucía tiene un límite.