Sufjan Stevens es un cantante y multiinstrumentista que se ha caracterizado en cada uno de sus trabajos por ser un artista atrevido, curioso, ecléctico e inquieto, y por disponer de una habilidad natural para crear melodías fascinantes y cantar historias a partir del titular de la portada de un periódico. Su debut fue un álbum conceptual dedicado al estado de Michigan con el que anunció su intención de dedicar un disco a cada uno de los estados norteamericanos; una tarea que podría llevarle algo más de medio siglo. Hubo quien se lo tomó a broma, pero dos años después publicó Illinois, que completó incluso con una segunda parte: The avalanch, en los que repasaba hechos históricos más o menos relevantes -desde los primeros colonos de Chicago hasta avistamientos de ovnis- y en los que retrataba a personajes como Al Capone, el asesino en serie John Wayne Gacy Jr. -en el que se inspiró Stephen King para el personaje de It- o el demócrata Adlai Stevenson, que será recordado por haberse enfrentado a John F. Kennedy en primarias y, sobre todo, por una frase sensacional que dedicó a los republicanos en el congreso: “Dejen de contar mentiras sobre nosotros, o tendremos que contar verdades sobre ustedes”.
El proyecto musical de los estados se quedó finalmente ahí, lo que no le ha impedido a Stevens seguir adelante con una original, a veces desproporcionada e incontrolada, producción sonora en la que, y a eso voy, tampoco faltan dos colosales discos de villancicos y canciones de Navidad, en los que hace versiones alternativas de grandes clásicos, rescata auténticas maravillas, como el Coventry carol del siglo XVI, y propone creaciones navideñas propias de corte familiar y contemporáneo tan exquisitas como divertidas.
Pese a su condición de artista indie, lo que ha hecho Sufjan Stevens no deja de ser sino un acto reflejo, la consecuencia directa de una corriente musical de la que supo apropiarse el mercado anglosajón en el periodo de entreguerras para dar forma a la primera banda sonora global de nuestras vidas, la de las melodías navideñas, más próximas al anuncio o la comedia romántica que a la propia conmemoración de la Natividad, y que a día de hoy es la que predomina en el hilo musical de las calles y grandes superficies, mientras sus autores se limitan a hacer caja cada año, como si en vez de una canción hubieran creado una app adquirida por Google.
No conviene mirarlo con recelo o envidia, sino como ejemplo a la hora de saber reivindicar nuestro propio lugar en el mundo; algo que puede parecer tan difícil de descifrar como la receta de la Coca-cola, pero que a veces se presenta de pronto en forma de oportunidad que hay que saber aprovechar. Lleva ocurriendo en Jerez desde hace poco más de un lustro y tiene como fenómeno denominador la celebración de las zambombas en torno a las fiestas navideñas, convertidas en reclamo turístico y seña de identidad, aunque el afán comercial haya abierto también el debate sobre su autenticidad, que viene a ser como quien tiene que elegir entre el disco de villancicos de Frank Sinatra o el de Michael Bublé: los dos cantan lo mismo y los dos gustan, aunque el espíritu sea diferente.
Hay, en este sentido, una primera mención que hay que remarcar oportunamente. El primer paso a la hora de potenciar las zambombas como atractivo de Jerez lo da el Gobierno del PP en la parte final de su mandato, y el recorrido posterior lo desarrolla el nuevo Gobierno del PSOE, en lo que debiera ser un ejemplo habitual en la suma de compromisos en favor de la ciudad. Y una segunda apreciación: la Navidad en Jerez es mucho más que las zambombas, y debe serlo si quiere seguir creciendo y consolidar lo que ahora mismo se ve como el germen de una posible nueva industria cultural en la ciudad. Basta el ejemplo de la escuela belenista jerezana para comprobar que quedan facetas por potenciar y que están a la espera de que les llegue el mismo impulso y empeño que hemos puesto en la revalorización flamenca de las fiestas y en la recuperación del legado musical que forma parte de nuestra tradición.